En el marco de nuestra vinculación con Escuelas de Rock, desde el año pasado tenemos una colaboración con su área de Industria, donde estamos realizando una actividad para el sector de la música el día viernes 13 de diciembre. Además, como Valparaíso Creativo, sumamos nuestro apoyo y colaboración a un hito muy especial que nos parece importante dentro de este evento musical.

Se trata de Piano Clave, una activación en el espacio público gestionada y propuesta por Gregorio Fontén, creador del del laboratorio del Eco, y quien ya realizó la intervención hace unos años en el marco de Puerto de Ideas.

El Piano Clave, se desarrollará el sábado 14 de diciembre a las 14:00 hrs. en Muelle Prat, y pretende rescatar la figura del piano y cómo llegaron estos en barco a Valparaíso, desplazando por la ciudad un piano en un camión como dispositivo musical, interpretando piezas por distintos músicos, incluyendo a Fontén. 

Sobre esto nos cuenta en esta entrevista: cómo fue esta experiencia y cómo innova en esta propuesta este 2024. Te invitamos a leer:

Gregorio, nos gustaría comenzar profundizando en tu carrera y trabajo, cuéntanos un poco sobre ti y este momento actual. 

– Trabajo en el Instituto de Arte PUCV, con una práctica artística que tiene que ver con comprender la experiencia sonora, no solo a partir de la escucha, que es lo que tradicionalmente se le atribuye, sino también desde el escuchar y hacerse escuchar, y que no es reducible el uno al otro, y que se produce como una cierta ambigüedad. 

Esto lo investigué en relación a ciertos elementos latinoamericanos, y particularmente lo vemos en los bailes chinos, que es una manifestación sonora en la cual no solamente hay que escuchar, sino que hay que hacerse escuchar, a través del soplar, de participar, ingresando a la experiencia sonora. 

Me enfoqué en este caso en el “monstruo” del Festival de Viña, como un fenómeno. En este, el público se hace escuchar, lo que invierte las relaciones. En este mismo contexto de investigación apareció lo del “piano clave”, porque también me acerqué al desarrollo musical de Valparaíso, donde encontré la historia de la llegada del piano. 

Por otro lado, tengo el Laboratorio del Eco, que está en una fase de transformación. Me muevo como artista independiente y estoy terminando de escribir un libro que es como un poema investigación o documentación de práctica. En este momento estoy reformulando el Laboratorio del Eco y pensando, más que nada.

Tomando esta línea de tiempo, ¿cómo se llega a la primera “presentación” del “piano clave” en el 2021?

– En ese momento, estaba desarrollando una serie de obras grandes para Puerto de Ideas. Se me ocurrió hacer esto, como un poema, salir tocando piano y recitando un texto que tiene que ver con esta “cultura de orilla”, que recibe lo que viene del Océano y lo que baja de la Cordillera y los combina en algo nuevo. Ahí entra metafóricamente el escuchar y expresarse. 

Trabajo mucho con la palabra y con la música, con el sonido y desde ahí me relaciono con la poesía. En ese contexto, yo empecé a trabajar hace unos años con la ex galería Isabel Rosas Contemporary, liderada por Walter Bee, y esta relación eventualmente derivó en la oportunidad de crear una obra de gran envergadura para el Festival. Entonces hice una obra que se llamó “Ecomigratorio”, que tiene que ver con una instalación sonora que es activada musicalmente en el Mercado puerto y que va en la línea de lo que hablaba anteriormente, las escuchas. 

Esto derivó en una trilogía de obras que investigan que son el cuerpo central de la investigación que yo estaba desarrollando como parte de la pasantía postdoctoral en el Instituto de Arte. Desarrollé lo que se llama la Trilogía del Criollo Sónico. Ecomigratorio es la primera manifestación de esto, que se crea entre la resonancia entre los cuerpos humanos, el material, la arquitectura del lugar y lo no humano: el ecosistema. 

¿Y cuál es la historia que está detrás de esta activación específicamente?

– El segundo acto fue el Piano Clave. Tenía ya la noción de que en Valparaíso antiguamente, se desarrolló una cultura de piano bien desconocida. Chile no es un país de piano. En el siglo XIX la noción del compositor pianista entra en latinoamerica, pero en Chile no hay. Pero sí sucedió en el cine mudo, que pianistas en Valparaíso musicalizaron películas y alcanzaron cierto reconocimiento, como Armando Carrera, por ejemplo, que terminó grabando en Nueva York, porque tenían un estilo especial. 

Hay un artículo de un musicólogo, Juan Pablo González, que relata un poco la visión que se tenía del pianista porteño y que era detestado por la alta cultura, porque tenía una manera más punk de tocar. Eso me dio la indicación de que acá había algo con el tema del piano. Me puse a buscar la historia de la llegada del piano a Chile y ahí encontré esta anécdota, de que los pianos entraban como contrabandos por lo que sería bautizada así a la calle Clave en Barrio Puerto, ya que en esa época a los pianos se les llamaba “clave”. 

A fines del siglo XIX, de hecho, trajeron un piano más moderno y se corrió la voz, la gente lo fue a recibir, a ver esta máquina. Eso me hizo sentido, calle Clave es importante en el desarrollo de la música en Valparaíso. Ahí estuvo el Prostíbulo de los Siete Espejos, uno de los primeros lugares donde se desarrolla la cueca con piano en Chile. Eso es interesante también, ya que el piano lo podríamos asociar a una alta cultura, pero acá el fenómeno es de romper la jerarquía cultural española. Entonces es un acto laico y de democratización cultural, que encuentra su hábitat natural en los prostíbulos y en los bares. 

Cómo describirías la relación del sonido con el territorio, con los lugares donde te has movido, tomando estos elementos que comenzabas al inicio de tu investigación.

– Yo trabajo con esta especie de sensibilidad a la que llamo “vacilar”, que en el fondo es un vaivén. Hay una relación entre expresarse, y buscar la expresión de lo propio y, por el otro lado, también hay un vacilar en el sentido de que es una escucha. Es una apertura a lo que uno no tiene, a lo distinto y el ponerse en duda a uno mismo. Eso lo vinculó poéticamente con la cordillera, que es un fósil del pasado, y el océano, que es una apertura.

Ahí vuelvo a esto de “la orilla”, que es el vacilar entre el Océano y la Cordillera, que está presente en muchas prácticas, por ejemplo el rock andino que surge en Valparaíso, un producto nuevo donde hay una cosa mucho más sincrética y desconocida.

Creo que sí hay una cultura sonora que es bien interesante en términos de la capacidad como de crear algo nuevo y propio, que dialoga con lo que llega desde afuera y con lo que viene desde el interior. También se da el fenómeno especial de que Valparaíso es un lugar muy bueno acústicamente, por su característica de anfiteatro, lo que genera que se escuchen muchos sonidos, muchos ecos. es muy agradable escuchar en Valparaíso. 

El 14 de diciembre tendremos un nuevo recorrido de esta actividad, ¿cómo será esta dinámica?

– Este año vamos a partir en el Muelle Prat, el piano va a salir desde el puerto mismo. La idea es invitar a la gente a que lo reciba ahí, donde comenzaremos el recorrido hacia la Plaza Echaurren para pasar junto a la Calle Clave. El camión que lleva el piano no interrumpe el tráfico, sino que se combina con los sonidos de la ciudad. Eso va despertando diferentes estilos musicales, integrándose a los sonidos en tiempo real, hasta llegar a Plaza Sotomayor, para dar inicio al Festival Rockódromo. Será una especie de rito inicial al concierto junto a Inti González, María Blanca Mastrantonio y mi interpretación.

¿Cómo crees que es abordar el espacio público en Valparaíso? Donde tenemos constantemente intervenciones.

–  Para mí es muy importante dar un vuelco en la narrativa de Valparaíso, que en el fondo es la narrativa del país también, que es la narrativa de Santiago, una ciudad que está fundada por razones militares en un lugar que no es muy bueno para vivir, su nacimiento fue por razones más estratégicas y extractivistas. Veo que, en esa lógica, Valparaíso es de algún modo castigado por tener esta cultura de orilla, donde hay una especie de orgullo tanto de lo que baja de la cordillera como de lo que llega del océano como hablábamos. 

por eso quiero seguir proyectando el desarrollo del “piano clave”, para tratar que esta narrativa salga más a flote. Quizás dar un vuelco para comprender que Valparaíso no es tanto una mirada hacia un patrimonio  nostálgico, sino que al contrario, es un futuro, donde estos hitos como el del piano nos recuerdan que se puede trabajar con nuevas tecnologías, desde una posición crítica y en función de quienes somos en este territorio y de nuestra historia. Para mí eso es el corazón de la cultura porteña y que se opone a la cultura dominante en Chile.

ACTIVIDAD: 

Nos vemos junto a Gregorio Fontén, Inti Gonzalez y María Blanca Mastrantonio el 14 de diciembre a las 14:00 hrs. en el Muelle Prat de Valparaíso: “La invitación es a acompañar este escenario móvil y hacer el recorrido con el piano e ir escuchando y participando de esta actividad, con repertorios entrelazados con los sonidos que están sucediendo en la ciudad”, señala el artista.