Tras varios EPs y sencillos en los últimos años, alcanzando casi 40 mil oyentes mensuales en Spotify, el sanantonino Seba Alfaro regresó este 2024 con su segundo álbum de larga duración: compilado de 9 canciones producidas junto a Yaima Cat, que cuenta con la participación de artistas como Diego Lorenzini y Rosario Alfonso. 

Hace años se vio en la necesidad de migrar a Santiago, pero habiendo vivido en otras ciudades como Valparaíso. Esto es parte de ser de Región: a veces es necesario moverse para encontrar algunas oportunidades, tanto para su profesión de diseñador gráfico como para su oficio de músico. Esto nos dice de su experiencia Seba, quien se mantiene conectado con el puerto que lo crió.

Conversamos sobre esos vaivenes y su último trabajo en la siguiente entrevista:

Seba, si bien sucedió hace años que migraste, ¿por qué la decisión de salir de San Antonio? 

– Al inicio fui y estudié en Valparaíso, pero hasta el día de hoy, siento que migré para desarrollar una carrera. Después, además, partí con mi proyecto musical e inevitablemente en Santiago hay más espacios que en Región. Es muy difícil desarrollarse artísticamente a veces en ciudades como San Antonio o Valparaíso, que son mis otras dos bases importantes. 

Yo voy constantemente a San Antonio, mi familia está toda allá, entonces viajo bastante. 

En este sentido, ¿qué es lo primero que se te viene a la mente cuando piensas, por ejemplo, en San Antonio y en cuanto a espacios para la difusión de música? 

– Yo creo que faltan espacios o también propuestas musicales. Creo que en la medida en que aparezcan propuestas diversas, la gente las va a escuchar, o depende de las condiciones de los espacios, a veces no son las mejores para el sonido. Y desde luego que falta una cultura de consumo del arte, pero ahí ya no sé qué hacer para que pase. La gente consume lo que quiere y me parece que es válido. 

¿Qué es lo que más te gusta de ejercer la música? 

– Creo que lo que más me gusta es componer y grabar, más que tocar. Tocar es bacán y obviamente genera una conexión con la gente que canta, aplaude, pero también es mucha presión. En cambio, en lo otro está el ejercicio de hacer y creo que así es como partí en esta vida. Lo veo más como algo mucho más lúdico y propio y con mis tiempos. De repente aparece una idea y esa satisfacción es muy bacán. 

¿La música, para ti, es una expresión propia, o también es una vía de escape, es tu lenguaje para sobrellevar ciertas cosas o cómo lo describes?

– Más allá de lo cliché, creo que para mí se da en esa lógica, que he crecido harto a través de poder escribir eso que voy sintiendo, que voy pensando y a partir de eso, sacar conclusiones. 

Sin mentirte, hace poco pensaba que al final todo lo que voy componiendo también se va transformando en mi discurso, en mi forma de pensar y eso obviamente va cambiando en la medida que pasa el tiempo, uno va cambiando, readaptando ciertas ideas. También es una vía de escape en el sentido de que partió como esencialmente de sentirme muy atrapado llegando a Santiago, con mucha pega, entendiendo lo que significaba la vida adulta y la música era el único escape que tenía, más allá obviamente de los amigos, ese era como el lugar donde yo podía llegar de la pega, estresado y tocar guitarra un rato y relajarme. 

Me interesa saber del proceso creativo, en cuanto a si tienes algún tipo de rito o manera de accionar para poder trabajar en componer, no necesariamente en un disco, si es un hábito componer todos los días o lo haces de vez en cuando, ese tipo de cosas. 

– Sí, con el tiempo le he tenido que dar un espacio casi rutinario a la música, yo nunca pienso ya, hoy día me voy a sentar y va a salir una canción, eso no pasa. Se trata de intentar y probar cosas hasta llegar a ciertas ideas, dejarlas pendientes… El proceso en sí todavía no lo defino muy bien, he tratado de definir pasos, pero me da miedo definir una metodología porque se pierde la gracia. En momentos sería bacán tener cierta estrategia. He intentado saber de qué quiero hablar y cómo escribir un texto, no necesariamente en versos, sino que tener como un montón de ideas a las que pueda acudir, como con una melodía, el texto, empiezo a buscar qué cosa puede calzar y ahí empezar a construir.

En cuanto a los procesos y automatizarlos, ¿cómo lo haces con el diseño, que es tu trabajo diario?

– Bueno, en un principio yo trataba de darle el espacio para que no fuera tan sistemático, pero eso me jugaba en contra porque me llevaba trabajo para la casa. Ahora trato de que todo se acote al tiempo que tengo. Entonces ahí sí automatizo con ciertos recursos, conocimientos y herramientas que tengo. 

En la música y en tu trabajo existen colaboraciones, y eso involucra un proceso con muchas personas, entonces quiero conocer tu experiencia en torno a la importancia de la colaboración en tu disciplina, y por ende, en el trabajo creativo.

– Lo primero es que creo que en la pandemia quizás me encerré mucho más y ahí me costó compartir espacios, porque sentía que se perdía mi mensaje. En ese sentido, a veces le pido a gente que me colabore con cosas puntuales. Hay que saber pensar bien a quién ofrecer qué, porque de repente las ideas son muy distintas o tienen otra visión estética. Entonces, creo que es importante que nos haga sentido el colaborar en distintos niveles. 

Lo positivo es que claramente nutre mucho más el trabajo de uno, la visión o expertise de otras personas en otras áreas. Sobre todo lo he aprendido en este último disco, que es donde más lo he hecho, he aprendido a soltar ciertas decisiones y probar. 

¿Qué podrías destacar particularmente del proceso de este disco, Desde mi Ataúd, sobre las colaboraciones que incluye?

– Creo que un poco para aportar a esa idea de que me costó mucho soltar, está Denise, quien es percusionista y grabó percusiones en tres de los nueve temas. Esa fue sugerencia de Yaima Cat, el productor, quien me la propuso y mostró ejemplos de cosas que estaba haciendo y dije, ya, démosle. Cuando ella llegó e hizo sus tomas, me pasaba una cosa muy rara, que era que ella tocaba muy bien y sentía que no sonaba como yo, sino que sonaba a algo mucho más producido y más profesional. Me costó mucho. No sé si quería sonar peor, solo me parecía que había demasiada expertise, yo era mucho más minimalista. 

El disco enuncia cierta oscuridad, que también tú quieres transmitir a través de lo que haces. Me pasa que cuando escucho el disco, esa oscuridad tiene otra sonoridad a la que imaginaba. Son elementos distintos, pero que combinan. Entonces, quería saber cómo fue encontrar ese estilo propio, tanto en las letras como en la mezcla del sonido. ¿Cómo se define ese lenguaje? 

– Eso también es un trabajo en conjunto con Yaima Cat, él me ayudó. Trabajamos en la idea de definir esta paleta de sonido, desde lo musical, en lo conceptual y en las letras, que es más mi pega. Y yo creo que esa construcción conceptual la vengo trabajando hace mucho tiempo. He ido entendiendo qué es lo que me identifica. Mis amigos siempre me han dicho que mi música o como canto, las ideas que tengo, son más o menos como hablo en la vida cotidiana, mis canciones siempre tienen alguna talla o algún juego de palabras. Mi cabeza siempre va como a esos lados. Eso por un lado. 

En lo musical, creo que ahí lo que hizo Yaima Cat fue estudiar lo que había hecho y definir una paleta de sonido, cómo tratar los instrumentos también, porque busco un sonido auténtico con los instrumentos que ocupo. 

Lo otro, ya más personal, es ¿de qué trata esta oscuridad de la que hablas? Más allá de las letras de las canciones, qué pasa en ti que eliges comunicar eso. 

– Me imagino como un disco de Dillom, el rapero argentino, yo lo escucho y digo: esto es oscuro. Lo mío no, hasta medio luminoso podría ser. Al final depende de la atención que uno le ponga. Creo que principalmente es la idea de la resignación ante las cosas. Yo tengo 36 años, y considero que siempre he intentado no seguir la norma, en cierta medida, dentro de lo que puedo. Pero también llegó un punto en que sentí que ningún esfuerzo valía la pena, cuando piensas que las cosas no van a cambiar, aunque pongas todo de ti. Es un conflicto.

Lo otro es que también siento, que entre medio pasó lo del Apruebo-Rechazo, donde tuvimos la posibilidad de ver un cambio y no sucedió nada. Eso me generó una gran desilusión. Entonces todo eso creo que lleva algo de oscuridad a través de la resignación. 

Tomando esto último, igual que dices, ¿por qué insistir en hacer música? 

– Creo que principalmente porque es lo que sé hacer, lo disfruto. Es lo que elegí hacer, y no me veo haciendo otra cosa. 

¿En qué sientes que puedes aportar a la escena musical chilena con tu propuesta? 

– Yo creo que con variedad, una propuesta rara, distinta, auténtica.

Recomiéndanos algo de música que has escuchado últimamente, proyectos que te llamen la atención. 

– A ver, este año he escuchado a Daniela Shejade, que sacó un disco a puro piano y voz. Creo que hay algunos arreglos extras en algunas canciones, la conozco y ella me habló un poco más del disco. Como que lo grabó con el piano de su abuela y tiene una historia. Las canciones también son muy íntimas y muy bonitas. Ella aparte toca muy lindo. 

También está el disco de Nando García. Cuando lo escuché fue como… Oh, está bueno. Y lo tuve de cabecera un tiempo. Me parece que el disco está increíble, aparte está la mano de Javier Barría, que también es otro músico que admiro mucho. 

Los tres son mi banda de cabecera, desde chico. Con ellos creo que aprendí a tocar… Bueno, Diego Lorenzini también, en un tiempo fue un importante referente. 

Finalmente, ¿cuál es tu invitación para escuchar este disco, Desde mi Ataúd? ¿Qué encontraremos en él? 

– Es un disco dinámico, donde van pasando cosas distintas, es cortito igual. Es un llamado a ponerle atención, a escucharlo. Tiene harta crítica, pero concluye diciendo que nada es tan importante. Que es un poco lo que he dicho con toda la entrevista. Creo que es entretenido. 

Escucha el disco aquí: