Carlos Silva es artista visual, fotógrafo y docente. En sus palabras, es un coleccionista de imágenes del cotidiano, ya que ese es el ejercicio que más hace, casi involuntariamente, como acto reflejo.

Desde hace años ha publicado proyectos, montado y curado exposiciones, participando también en procesos de mediación y docencia. Actualmente Carlos ejerce como docente en Cámara Lúcida, Escuela de Bellas Artes de Viña del Mar e Instituto Arcos.

Si bien es artista visual de formación, comenzó estudiando arquitectura, algo que permea su quehacer. Parte de esto es lo que conversamos con él.

 

Carlos, ¿cuáles son los temas que te importa tratar a través de la amplitud de tu trabajo?

– Lo que me importa es la dimensión arte, la ciudad, el territorio, los objetos. Trabajar con eso desde la fotografía, el video o intervención.

 

Me gustaría profundizar, ¿por qué te importan estos temas?

– Son una necesidad. Al estudiar arquitectura, tuve mi primera decepción en cuanto a la visión que tienen, de generar maquetas que son ficciones; quería conectarme con la realidad y es ahí donde a través del arte lo logré.

Me llama la atención sacar el cuerpo, el recorrido, la memoria, la caducidad de los objetos. El arte me permitió descubrir una mirada más crítica de la ciudad y de estos temas. Por ejemplo, tengo una mirada crítica de la arquitectura de la ciudad, donde hay poco arraigo a los procesos locales y todo viene envasado. El arte es un buen lugar para universo bonito para poder dejar en evidencia esas contradicciones.

Quisiera conocer tus referentes, autores o autoras que tengas muy presentes

-Uno se enamora y se desenamora de referentes. Desde la experiencia local y agentes actuales, se me vienen a la mente Mario Soro, Marcelo Mellado. La fotografía alemana, la escuela de Dusseldorf. El belga Francis Alys. Me llama la atención quienes logran conciliar arte y vida, con reflexiones u operaciones muy simples pero que generan un gran valor y sentido.

 

¿En qué estás actualmente? Activamente como docente y curador en Arcos y CámaraLúcida…

-Sí, me gusta hacer cosas al mismo tiempo. Trabajo ideas en paralelo, soy coleccionista de fotos. Hoy no estoy trabajando en algo en específico, sino que produzco imágenes por el afán de sentirme productivo, ocupado.

Mi obsesión actual con la fotografía es encontrar un material que no la haga ver necesariamente como un rectángulo de papel, que tenga una sintonía con ese modelo original. Estoy en una especie de investigación material.

 

Exploremos un poco más tu rol como curador. No en todos los espacios locales hay curadores, tú lo has hecho en este espacio donde impartes docencia en torno a la fotografía, ¿me podrías contar un poco de eso?

-El curador hoy se reconoce como un agente cultural. Un canalizador de contenido, que está entre medio de la institucionalidad y el artista y que genera un insumo crítico.

La curatoría para mi es una labor de continuidad con el espacio académico. Ejerzo ese rol en la Escuela, que enseña el arte fotográfico desde los oficios. No me interesa brillar desde ahí, si no que desde esa escuela en particular y la visión que tiene, trato de hacer un puente con el presente de la producción local. Como un agente dinamizador. Verificar límites de la posibilidad fotográfica.

Trato de meterme en zonas que no son exploradas por mí para también aprender.

 

¿Por qué esta figura de curador es relevante?

– La relevancia la da el mismo devenir histórico del arte, que requiere una articulación compleja y política. El curador es un punto intermedio que tiene que ver con el diseño del contenido y presentación, entre otras cosas. En Valparaíso todavía cuesta encontrar curadores o curadoras que trabajen la escena local.

 

Finalmente, constantemente estás participando en instancias de mediación de diferentes proyectos, por ejemplo festivales. ¿Cuál es tu cercanía o mirada ante ese ejercicio?

– Sí, tengo experiencia en mediación. Se me viene a la mente señalar que hay una distorsión del modelo de mediación, creo que es un tema que hay que manejarlo con cuidado. A través de estos espacios muchas veces se percibe a otro al cual se atribuye que no tiene las capacidades o herramientas para leer la obra de arte. A veces pienso que anula el componente crítico de la obra de arte, su poder. Me gusta cuando la mediación no se transforma en una didáctica elemental en ese sentido.

 

Para más información, accede a su sitio web o síguelo en sus redes sociales.