Independencia es el último título de la escritora Natalia Berbelagua, quien, desde Valparaíso, ya lleva varios años trabajando y escribiendo sus experiencias y observaciones, ficcionando la vida desde la ciudad puerto.
Su debut fue en el año 2011. Desde entonces ha publicado 12 títulos con distintas editoriales, a su vez explorando géneros diversos, pasando por la novela, el cuento y ahora el diario de vida, abriéndose a explorar también otras facetas del arte en su vida, tanto como guionista y artista visual.
Natalia es una artista que explora diversas posibilidades, tanto en sus relatos como en su vida. Así también llegamos a Independencia, un libro que se está lanzando este verano, realizado junto a una editorial local como Kindberg, y que actualmente pueden encontrar en su stand de la Feria del Libro de Viña del Mar.
Además de su prolífica carrera literaria, realiza talleres de escritura, generando instancias de formación y mediación con la comunidad. Su estilo propio está consolidado, y en Independencia nos brinda una nueva mirada de esto: una historia que nos lleva a su autobiografía, más específicamente a ese momento en que atravesamos la transición hacia la adolescencia, lo que puede ser contradictorio, doloroso y muchas veces sorprendente.
Sobre todas esas emociones que nos hizo atravesar este libro, que nos sacó lágrimas y risas, hablamos en la entrevista con Natalia Berbelagua.
¿Cómo surgió tu relación con Editorial Kindberg? ¿Cómo fue el desarrollo de Independencia?
– Natalia Berbelagua: Independencia es un libro que surge de un trabajo autobiográfico que vengo desarrollando hace años. No porque crea que mi vida en sí sea muy especial, sino porque es un género que admiro profundamente, sobre todo el trabajo de Annie Ernaux y Deborah Levy, a quienes he leído bastante. Creo que efectivamente hay un ejercicio de ficción en la selección de acontecimientos, en el desarrollo de las ideas. En particular, en esta obra, me encerré a trabajar durante una semana y salió el lenguaje de la niña de doce años que ve el mundo desde su óptica y encuentra en el colegio y en el barrio una extensión de sus propias problemáticas. El trabajo de edición duró meses, porque está lo que se quiere decir, y también hay que limpiar el texto para que el lenguaje y la historia queden lo más pulidas posible. Mi relación con Kindberg surge desde la lectura de la obra cuando aún estaba en pañales, y con la mirada asertiva de Arantxa Martínez, el libro es lo que es hoy. Es una editorial que admiro mucho por los títulos que tiene, y me siento agradecida y contenta de estar en su catálogo.
En Independencia, relatas la vida desde la mirada de una niña que vive una relación muy pura con Dios. ¿Qué te motivó a explorar esta dimensión en el personaje principal? ¿Cómo percibes esta búsqueda de lo divino como parte de su proceso?
– NB: La relación de la protagonista con Dios es mi propia relación en la adolescencia. El libro tiene poco de ficción, de trama clásica, de elaborar giros sorprendentes para que el lector admire una maestría. En este caso, me propuse escribir la vida real, con el lenguaje con el que percibía el mundo a esa edad. La formación de los colegios de monja tiene aspectos que son bellísimos en su iconografía, pero también un poco peligrosos en cómo se muestran la vida de las beatas y los santos. La idea de querer dar la vida por mi madre fue una de las cosas que más me marcó en mi infancia, queriendo replicar a Laura Vicuña y buscar en la religión, en esa mirada mágica de las cosas, resolver en la oración, lo que terminó traduciéndose con los años en los libros.
¿Qué significa para ti el vínculo con Valparaíso como territorio? ¿Cómo influye este lugar en tu proceso creativo?
– NB: Escribo desde el Puerto, pero con territorios fantasmales, en el sentido de que la casa en que crecí en Santiago ya no existe, pero sigue viviendo en mi inconsciente. He escrito historias de acá, como en Valporno, pero también me interesa narrar otros espacios, sobre todo femeninos en la construcción de las identidades. Mi libro “El sueño del marido propio”, habla de mi vida en el campo, donde por supuesto quedan resabios de mi vida en la capital y en Valparaíso. En realidad, las ciudades son muy importantes para el desarrollo de mis historias. Tengo un taller en mi casa desde donde observo la calle, me doy mis vueltas por los barrios, y ahí es donde escucho las cosas más interesantes para narrar.
En Independencia, hay un juego entre lo real y lo ficticio. ¿Cuánto de tus propias experiencias de infancia influyeron en la creación de esta historia? ¿Son esas memorias parte del tejido narrativo?
– NB: El tejido narrativo está en todas mis obras, quien ha leído una, seguro encontrará en otras historias complementarias, personajes que se repiten. Lo que va cambiando es la forma. Por eso me he movido entre la novela, el cuento, la poesía, el diario de vida. Hay personas que ven la autobiografía como un ejercicio de narcisismo, de mirarse el ombligo, sin pensar que puede ser algo permanente que radica en una óptica, en una forma de ver el mundo. Creo que mis lectores buscan eso en mis libros, una manera de mirar más que lo que les estoy contando en sí. Independencia es muy autobiográfico, hay un par de cosas que están levemente exageradas pero en general el trabajo fue más de lenguaje, de que resultara creíble mi delirio religioso, el humor infantil, la observación del colegio y del barrio.
Tu relato ilumina los momentos oscuros con toques de humor. ¿Cómo trabajas esta mezcla entre humor y tragedia en tu narrativa?
– NB: Creo que el humor es algo que se me da bien, porque soy bien humorística en la vida. Suelo tener una mirada tragicómica sobre la realidad, y creo que la literatura chilena en general carece de humor, por lo tanto, es un desafío. Me reí mucho escribiendo el libro, y los comentarios hasta el momento, han hecho hincapié en esa particular forma de resolver. El desparpajo viene de mi familia, donde hay historias espantosas que guardan notas graciosas. Mis tías abuelas, mis abuelas y abuelos confluían en eso y me dieron imágenes que hasta hoy me resuenan. Sin ir más lejos en mi casa de infancia convivíamos con dientes, con personas con la boca abierta permanentemente por el oficio de mi tata, y no hay nada más bizarro que ver los dientes fuera de la boca. Da como una risa maliciosa.
Al escribir Independencia, ¿qué significó para ti volver a ese momento de tu vida desde la perspectiva de la protagonista? ¿Qué reflexiones surgieron sobre tus inquietudes artísticas y personales al adentrarte en esta etapa?
– NB: Significó irme a buscar a un espacio detenido, una yo detenida en el tiempo que necesitaba salir a la luz. Lo hice sin proponérmelo, esperando en el escritorio, escuchando música de la época, recordando los episodios más ridículos y dramáticos de la adolescencia. Tengo en este momento, dos libros más que esperan por ver la luz donde profundizo en lo que significa el arte en mi vida, y cómo se impuso, desplazando a la religión. O digamos que cambié una religión por otra. Ya no voy al mes de María a cantar con las señoras por la tarde, pero entro casi en un ritual cuando estoy trabajando los collages que es algo que me emociona mucho además de la escritura. Lloré también, me emocioné con el listado de muertos que aparece en mi libro. Muchos de los que hablo ya no están, y es lindo recordarlos como una parte importantísima de lo que soy ahora. No solo el ejercicio es hablar de cómo narro a los demás, sino cómo soy hablada por ellos, las palabras, las habladurías, incluso las mentiras generan este discurso cargado a la tragicomedia.
No dejes de seguir a Natalia y a Editorial Kindberg en sus redes sociales:
https://www.instagram.com/natberbelaguahttps://www.instagram.com/editorialkindberg