El diseño de autor puede ser mucho más que una declaración estética. Para Mei Lang, diseñadora chilena radicada en Olmué, la moda es una herramienta de conexión entre saberes ancestrales, sostenibilidad y vida cotidiana. Su propuesta —centrada en el uso de lana natural y técnicas tradicionales andinas— combina el oficio textil con un enfoque ético, territorial y de residuo cero.
Con años de experiencia colaborando con comunidades de artesanas en Chile, Perú y Bolivia, su trabajo se enmarca en el slow fashion y rescata formas de hacer que promueven el respeto por el medio ambiente, los cuerpos diversos y los ciclos naturales. En esta conversación, Mei reflexiona sobre su proceso creativo, su vínculo con la identidad cultural andina y cómo el entorno rural ha sido clave en su manera de habitar el diseño.
—Cuéntame un poco más de ti. Más allá de cómo nace tu proyecto de moda, ¿qué fue lo que te llevó a perseguir estas inquietudes creativas? ¿Qué es lo que te mueve o te inquieta en el día a día?
Mi proyecto de indumentaria en 100% lana nace después de un viaje a Perú, donde descubrí telas elaboradas a mano por pequeñas comunidades. A partir de ahí comencé a viajar por Chile, Perú y Bolivia en busca de esos tesoros textiles. En ese recorrido encontré una nueva inspiración y sentido para mi marca, y ese propósito ha consolidado mi trabajo con el tiempo.

—¿De qué manera colaboras con otros proyectos del gremio u organizaciones?
He trabajado con varias organizaciones y también con numerosos grupos de artesanos que operan en comunidad, aprendiendo de ellos y orientándolos en procesos de innovación de sus productos, destacando siempre la importancia de resguardar el origen de sus técnicas. Algunos hitos importantes para mí han sido:
- Encuentro de Tejedores Andinos, con cursos de tejido a telar, teñidos naturales e hilado. Cusco, Perú (2016)
- Encuentro de Saberes y Haceres de los Poblados Rurales Andinos, organizado por REDAR Perú. Andahuaylas, Perú (2016) y San Pedro de Atacama, Chile (2017)
- Participación en la investigación “La Ruta Compartida: procesos de aprendizaje en el vínculo entre artesanía y diseño”, desarrollada por Manufactura Nacional y Fundación Madrugada, Concepción (2022)
—En particular, ¿cómo ha sido tu experiencia participando en ediciones de Pasarela Valparaíso?
Mi primera experiencia fue en 2017, y desde entonces ha sido una excelente vitrina local. Además, ha significado una valiosa instancia de trabajo colaborativo con mis pares y una oportunidad de aprendizaje que ha fortalecido la profesionalización de mi marca.
—¿Cómo se logra encontrar y desarrollar un estilo propio en la moda? En tu caso, no solo en el diseño de las prendas, sino también en la elección de materiales y la fabricación: ¿cómo tomas esas decisiones?
Mi trabajo se caracteriza por elaborar prendas que combinan tradición e innovación. Son confeccionadas con telas 100% lana hechas a mano, y tienen un diseño cómodo, de cortes amplios y simples, pensadas para ser heredables. Mi proceso creativo rescata diversas manifestaciones textiles artesanales, aplicándolas a una moda contemporánea. Así, las prendas expresan un estilo de vida consciente con las personas, nuestros orígenes y el entorno.
Uno de los pilares fundamentales de mi propuesta es el patronaje de cero residuo: optimizando el uso de la tela y simplificando el armado de las prendas. Esto permite minimizar los residuos en el proceso de corte y confección, logrando una producción más eficiente y respetuosa con el medioambiente.

—Me gustaría que profundices en esta conexión con los pueblos andinos y lo ancestral que está tan presente en tu trabajo. ¿Cómo te vinculas con el territorio y desde ahí aparecen estas temáticas?
Desde mis inicios como diseñadora, las expresiones textiles andinas han sido la principal inspiración de mi proceso creativo. Poner en valor el oficio ancestral de “hacer tela a mano, tejida a telar” ha sido una guía. Este proceso implica desde el cuidado y pastoreo de animales, hasta el hilado y tejido de la fibra, y es realizado principalmente por comunidades de mujeres que aún respetan los ciclos de la tierra.
Hace años recorro comunidades de artesanos tejedores de Chile, Perú y Bolivia, recolectando textiles elaborados por ellos. En ese proceso aprendí a conocer y respetar su forma de vida, lo que ha sido profundamente significativo para mí. Siempre he procurado que el trabajo con cada comunidad sea un aporte a su bienestar social, valorizando su identidad cultural y respetando su autonomía.
—¿Por qué crees que es importante destacar el valor de esta identidad cultural local a través de la moda?
La identidad cultural es una herencia viva que se transmite de generación en generación. Si no cuidamos estos conocimientos ancestrales, se pierde también el sentido de pertenencia que sostiene la cohesión social y territorial. El diseño puede ser una herramienta para resguardar saberes, para crear puentes.
Para mí, crear moda con identidad es visibilizar la riqueza de los oficios andinos y entregar una prenda que tenga historia, valor y durabilidad.

—¿Podrías contarnos qué es el slow fashion? ¿Cómo llegaste a ese enfoque y por qué crees que es relevante hoy?
Mi experiencia en terreno con las artesanas fue clave. Me permitió concebir una línea de diseño que conserva la estética andina original y da nuevo valor a prendas que están pensadas para durar. En su mayoría, utilizo un patronaje geométrico que se ajusta a las dimensiones de los textiles, lo que me permite aprovechar casi toda la tela sin generar residuos. Además, las prendas son multitalla, lo que facilita el calce en una mayor diversidad de cuerpos.
Todo eso me llevó naturalmente hacia los principios del slow fashion y el diseño sin desperdicio.
—Y para cerrar, me gustaría saber un poco más sobre tu conexión con la naturaleza: ¿cómo influye el entorno en tu inspiración?
La tranquilidad del entorno natural es fundamental para mi proceso creativo. Vivo en Olmué, en la región de Valparaíso. El jardín de mi casa tiene vista al Cerro La Campana, y para mí es un verdadero paraíso. Es ahí donde nace mi inspiración.