Cuarenta años lleva Electrodomésticos vigente en la escena musical nacional, con vaivenes en su trayecto y diversas formaciones. Más allá de sus integrantes, el proyecto se ha consolidado como uno de los más vanguardistas e interesantes de Chile, innovando en su sonido y propuesta a través de los años.

Con Carlos Cabezas siempre manteniéndose al volante, la banda cuenta con 6 álbumes y 1 en vivo que reflejan su versatilidad y, por sobre todo, el gusto por la experimentación. Mientras hablamos con el líder de esta mítica agrupación, uno de los elementos que menciona es ese: para crear, es importante nunca dejar de jugar, de divertirse. 

Este sábado 29 se presentarán en el Parque Cultural de Valparaíso para lanzar su último título “Mirar la luz”, una reflexión que nace del periodo entre Estallido Social y Pandemia que nos transformó tanto, conectándonos con otras cosas en la vida. ¿Qué sucedió con la humanidad en ese contexto? Esa y más preguntas se mantienen en el imaginario de Electrodomésticos.

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¿De qué está compuesto tu universo? Es amplio, así que lo aterrizo: ¿cómo visualizas tu imaginario? ¿Lo ves en música, palabras, imágenes? ¿Qué te nutre? ¿Qué te interesa hoy, por ejemplo? Por ahí quiero ir.

Carlos Cabezas: Dios mío. Es bastante amplio. Puede ser la humanidad, en el sentido de la característica de humanidad de las personas, lo que hay en ellas. Dentro de aquello, la música y el arte son un espacio donde pueden aparecer reflexiones sobre eso que, siento, lo que he aprendido a hacer tiene que ver con ese interés y esa curiosidad por entendernos mejor como seres humanos. 

El arte en general, trae reflexiones que vienen de lugares más intuitivos, menos racionales, en las muchas maneras de expresiones artísticas y de cómo se generan las mismas. En mi caso, creo que viene de la observación natural que uno hace o el interés que uno tiene permanente sobre cómo nos comportamos, cómo hacemos las cosas, cómo nos entendemos o miramos a los ojos, cómo nos sentimos. Desde siempre he tenido un interés por ese lado y la música tiene la capacidad de sacar a flote eso.

Siempre estaba leyendo las noticias, hay una atención permanente sobre eso y me gusta, por ejemplo, compartir con gente y caminar por la ciudad, mirar y sentir las vidas de las personas. Preguntarme qué puede estar sintiendo cada persona con la que me topo. Todo eso aparece de manera intuitiva en las canciones, los textos aparecen desde la música, no es al revés en mi caso. 

Carlos, ¿qué experimentas en tu cotidiano en términos culturales? ¿Te gusta el cine, la música, tienes periodos o cómo lo vives?

– Últimamente voy más al teatro que al cine, ya que la cartelera cinematográfica se basa en películas diseñadas según un modelo de negocios que gira en torno al consumo. Realmente en los cines no hay una oferta muy atractiva, a excepción de algunos que aún muestran cine que puede ser interesante. Entonces he estado yendo más al teatro, me gusta ver las puestas en escena, cómo se arman los relatos. Ver la manera que arman las historias y así.

No quiero sonar cuadrada, pero cuál es una estrategia, o lo que a ustedes les ha funcionado, para mantener el frescor en la música, en cada proceso a través de los años. ¿Tienen alguna técnica, quizás algo que vaya cambiando?

– Más que técnica, creo que lo que funciona es que la música pueda lucir esa capacidad que tiene de conectar a las personas desde un plano más emocional, menos racional – plano que está intoxicado con demasiada información. La verdad como concepto y como refugio para entendernos. Pero hay un plano que es la música, que cuando ocurre que la gente comparte por ejemplo en un festival, hay una conexión que va por otro lado. Entonces creo que para mantener la “frescura” hay que cuidar aspectos de los seres humanos que están presentes muy básicamente en la infancia y que perdemos cuando nos hacemos adultos, como lo son el juego, la curiosidad, la exploración, el riesgo. Pienso que mantener eso, buscar el asombro y sorprenderse, si se mantienen vivas esas cosas, esos aspectos de la gente, te da una vitalidad.

En la música, por ejemplo, nadie piensa en retirarse. Me refiero, a diferencia de otras profesiones, porque te da esa vitalidad todo el rato: buscar esta idea del juego que mencionaba, con tus amigos juegas a hacer algo y aparecen cosas. Desde una intuición, sensaciones, emociones, lo que se refleja finalmente en la música. Así uno se mantiene activo y vital dentro de la música o actividades artísticas.

A propósito de su presentación del sábado, ¿cuál es tu relación con Valparaíso?

– Bueno, hay una relación desde hace un tiempo. En algún minuto estuve un par de años estudiante en la Universidad Santa María, donde conocí el puerto, que tiene una energía especial. Es distinta. Parte de todas las naciones que han confluido en esta ciudad han dejado de todo un poco. En general, las veces que hemos tocado allá se siente diferente, especial. Además las regiones siempre tienen otra manera diferente de lo que sucede en Santiago, tienen un brillo e intensidad distinta. Hay una energía muy joven, por las universidades, lo que da vueltas en este lugar con tanta historia, que tiene esa cosa de los puertos, repito: tienen muchas historias. Llegaron tripulaciones de distintas partes, visiones de mundo, lo que traspasa a su identidad y a la mirada de la ciudad, lo que hace muy interesante la experiencia musical en Valparaíso.

¿Y qué estudiaste acá?

– Ingeniería Electrónica, 2 años no más, no duré mucho. Pero era como un sacerdocio la universidad, no me llamaba tanto la atención como joven. Pero recuerdo gente experimentando, haciendo música con los computadores, en esos primeros acercamientos. Fue breve.

Aterrizando un poco más en Mirar la luz, trabajo que les traerá al Parque Cultural de Valparaíso, ¿cómo fue el proceso de selección de las canciones? ¿Fueron creando el material y luego acotándolo, o de qué manera se dio para este disco?

– Las canciones aparecieron desde la pandemia, inmediatamente después del Estallido Social, en este espacio en el que nos sumergimos todos. Ahí fueron surgiendo en defensa propia, podríamos decir, a propósito de todo lo que estaba sucediendo. Creo que esa particularidad del disco, de venir desde ahí, de reflexiones más comunitarias y colectivas a propósito de todo lo que estábamos viviendo y enfrentando intensamente, trae un aprendizaje y hay una idea “optimista” de que después de la oscuridad, puedes mirar la luz.

Entonces, creo que las reflexiones que aparecen de este disco son a raíz de eso: salir de nuevo a mirarnos a los ojos, salir de la competitividad a la que acostumbramos, donde nos dimos cuenta también que éramos una comunidad donde debe irnos bien a todos para un bienestar colectivo. 

Primero aparecieron varias canciones y después fuimos seleccionando y nos quedamos con estas 8 para trabajar en el disco.

Para terminar, remontemonos a tus inicios: ¿cómo se te hizo encontrar tu voz, tu tono, para expresarte en la música? ¿Cómo se fue dando?

– Es un aprendizaje que se da con el tiempo. Al inicio éramos estos tres cabros que lo pasábamos muy bien jugando con estas nuevas máquinas, hablando, en tiempos de la dictadura, en un contexto social bastante oscuro y con muy poco espacio para expresiones de ningún tipo. Naturalmente, a nivel de supervivencia, buscas a través de la intuición un lugar y espacio distinto donde sentir alguna identidad. Con estos “juguetes” la encontramos. Nunca pensamos en desarrollar una trayectoria o ruta musical, ya que no cumplíamos con los protocolos normales de lo que era un grupo: no teníamos baterista, lo que era un milagro de conseguir en la época, entre otras cosas que eran difíciles.

Partimos con esto y de a poco nos fuimos sacando la voz, como en Yo la quería, donde nos íbamos empujando al micrófono para ver quién aguantaba más cantando o intentando cantar entre los tres. El que más aguantó fui yo (ríe). Fuimos avanzando en cómo componer, aprendiendo de eso, pero todo en el camino de manera autodidacta. De acuerdo a lo que sentíamos, la música con la que nos alimentábamos era música que venía de afuera, con el código genético de otro idioma, del inglés en este caso. Tiene palabras que frasean de distinta manera las cosas y el rock está íntimamente ligado a eso, por lo que una manera de buscar el texto y la música, para que tengan una intimidad, una coherencia, fue trabajar en términos de que la música fuera soplando, por decirlo de alguna manera, la letra. Susurrando la letra de a poco. Primero las melodías y luego aquellas transformándose en texto y me gusta que sea algo bien intuitivo. Hay distintas maneras de componer, todas muy válidas, como gente que lo hace desde la poesía o de una noticia y hacen música para eso.

En mi caso, he llegado a esta manera de hacer las cosas, que es que la música me vaya soplando. Van apareciendo los elementos que se convierten de melodía en texto y los textos van sacando lo que vas acumulando dentro, pero cuando estás escribiendo no estás pensando realmente, como que se mueve solo el lápiz. Me gusta que sea así, que no haya inteligencia. Intento mantener la astucia y todo lo intelectual lo más alejado posible al momento de componer. Cero estrategia, cero pensar en qué se espera de uno, sino que salga de la música, pues se supone que el interés que uno tiene en lo que nos sucede como seres humanos, hace que uno absorba mucha información de lo que está pasando y, como hablábamos, el plano de comunicación de la música hace que se entiendan esos textos.
Por ejemplo, en Detrás del alma, hay lecturas muy distintas de esa canción. Es curioso cómo las personas interpretan, que es desde su experiencia de vida, de donde les resuenan distintas cosas. Ese es un valor que tiene el arte, que te comunica cosas mucho más intuitivas y viscerales. Es bien honesto. Por ahí va la manera de hacer las cosas.