Sinopsis
Este documental íntimo, grabado a lo largo de ocho años por José, un estudiante de cine chileno, ofrece una visión única y personal de acontecimientos históricos significativos. Desde el sur del mundo, José observa de lejos la revolución de Maidan en Ucrania (2014-2015). Su conexión con una blogger ucraniana lo impulsa a viajar a Europa con la esperanza de conocerla en persona y documentar la revuelta. Sin embargo, al llegar a Kiev, descubre que la blogger ha dejado de responder y el conflicto se ha desplazado hacia la frontera con Rusia. Desorientado y sin un propósito claro, decide probar suerte en Berlín.
En 2019, José presencia a distancia otra revolución, esta vez en su Chile natal, y decide registrar los eventos desde el extranjero, capturando la reacción de la comunidad chilena en Berlín. En 2022, la invasión rusa de Ucrania lo lleva a reflexionar sobre las personas que conoció durante su viaje. Se pregunta si seguirá siendo un espectador distante de la historia o si tomará un papel más activo en la narrativa que se desarrolla ante sus ojos.
Inicio proceso
El proyecto surgió de manera espontánea a mediados de 2015, mientras cursaba una clase como estudiante de cine en Buenos Aires. En esa clase, estábamos explorando el formato de diario audiovisual, una especie de bitácora visual. En ese momento, los disturbios en Kiev estaban en su punto más álgido, y yo me encontraba fascinado, casi obsesionado, con las imágenes que veía en los noticieros: las barricadas, los enfrentamientos, el fuego. Trabajaba con archivos de noticieros sobre el conflicto y voz en off con mis observaciones.
Una noche, decidí grabar frente a la embajada de Ucrania, que se encontraba en el mismo barrio donde yo vivía. Justifiqué esta acción con la idea de estar filmando “territorio ucraniano”, es decir, territorio en conflicto, aunque fuese de manera simbólica y un tanto ingenua. Quería jugar con la noción de la distancia, de ese anhelo por captar y presenciar algo que ocurría tan lejos de mí.
Al regresar, a solo unas casas de la embajada, noté una gran cantidad de humo, y luego, llamas. Al doblar la esquina, me encontré con un incendio considerable. La prensa llegó rápidamente, pero yo fui el primero en grabar el incidente, lo que me llevó a ser invitado al noticiero central de un importante canal argentino. La situación era surrealista: lo que había comenzado con mi interés por los noticieros había terminado llevándome a formar parte de uno.
Este juego entre ser un observador externo de las imágenes y, al mismo tiempo, convertirse en imagen, fue lo que inicialmente me impulsó a seguir experimentando.
Motivación
Al inicio del proyecto, no tenía una idea clara de hacia dónde iba, pero poco a poco me di cuenta de que lo que realmente estaba explorando era la distancia. Una distancia con los eventos históricos. Sentía que lo que veía en las noticias era la historia desarrollándose ante mis ojos, pero al mismo tiempo, me parecía que estaba demasiado lejos de ella. Con el tiempo, se entrelazó otro tipo de distancia en el proyecto, una distancia histórica más íntima, relacionada con mi familia. Mis padres me contaron cómo fue su vida durante la dictadura, pero, por más que intenten transmitirlo, existe una distancia insalvable entre sus vivencias y mi comprensión de ellas.
Un ucraniano con el que converso en la película me dijo: “no sentirás el sabor de la carne hasta que la comas”. Esa frase encapsula perfectamente la idea que me motivó a seguir adelante con esta película: la tensión entre experimentar algo en el lugar y en el momento versus observarlo o escucharlo desde la distancia. Esa lucha por entender y acercarme a lo que está tan lejos, tanto en términos físicos como emocionales, es lo que impulsó este proyecto.
Relación entre Chile y Ucrania
Al principio, la relación entre Chile y Ucrania surgió únicamente en el montaje. Después de filmar la embajada de Ucrania en Buenos Aires, decidí grabar también la embajada de Chile, ubicada a pocas cuadras de donde fue asesinado Carlos Prats. Esto me conectó con otra época de violencia política, pero esta vez la distancia no era geográfica, sino temporal. Lo que inicialmente comenzó como un juego formal de montaje, relacionando dos pueblos distantes, fue revelando poco a poco una especie de espejo entre Ucrania y Chile.
Ambos países fueron duramente intervenidos durante la Guerra Fría, aunque desde polos opuestos: Ucrania bajo el control de la Unión Soviética y Chile bajo la influencia de Estados Unidos a través de una dictadura. Más de 30 años después, las réplicas de esas intervenciones seguían latentes. Los disturbios en Kiev y en Santiago me parecían ecos de la historia, resonando a través del tiempo.
Todo esto lo trabajé desde Berlín, una ciudad que, en sí misma, es un espejo de Occidente y Oriente, habitada por ambas mitades del mundo. Berlín se convirtió en el escenario perfecto para explorar estas conexiones, reflejando la dualidad y las cicatrices de ambos países.
Dónde verla
23 de agosto, 18.00, Cineteca Nacional.
25 de agosto, 20.00, Cinépolis La Reina.
Entradas disponibles en https://www.cclm.cl/cineteca-nacional-de-chile/ y en http://www.cinepolischile.cl
Ficha técnica
Dirección: José Ibáñez
Producción: Michel Toledo (Tótem producciones)
Duración: 65 minutos
Presentado por: Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio
Apoyado por: Universidad del Cine, Buenos Aires; Escuela de Cine de la Universidad de Viña del Mar; Corporación Chilena del Documental; Santiago Festival Internacional de Cine.
Colabora: Queltehue Films, Lemuntu, Al Diablo Diseño. Y en colaboración con el R90 LAB de la Universidad Viña del Mar