- Compartimos columna escrita por Macarena Carroza, fundadora y creadora del Centro CREA, que fue publicada en el diario digital El Martutino.
Lo hemos hecho desde la empresa, las instituciones, las universidades e interactuando con el gobierno en sus distintas escalas y actores, que son parte del ecosistema político donde acontecen la toma de decisiones y de planificación del país en estas materias.
Pero no ha sido suficiente. Captar el interés en la ciudad de Valparaíso, más allá de tomar sus postales o pasear por ella, no es fácil. Es una de las ciudades que pareciera tenerlo todo y a la vez nada para generar ese gran relato colectivo y desarrollar su potencial.
La coordinación social ha fracasado tantas veces que pareciera que no existe ni por dónde, ni con quienes, ni para cuándo.
Pero quizás el cuando es hoy, y el por donde sea el empujar a una de las industrias más prometedoras a nivel mundial, no exenta de dificultades, pero que va en la línea de los cambios globales que estamos viviendo, me refiero a la industria creativa o la “industria naranja” como le llaman.
No cuesta imaginar que la dificultad económica en Valparaíso será un escenario que traerá consecuencias significativas, por lo que todas las miradas debiesen estar concentradas en la reconstrucción de un sistema económico sustentable y porque no, ambicionar a darle `ese empujón´ que tanto necesita la ciudad-puerto para avanzar muchos años de una sola vez, ganando el tiempo perdido que la nostalgia en su pasado le ha robado sin compasión.
¿Por qué apoyar a la industria naranja? Porque es la economía del conocimiento, de los talentos, donde lo que se pondera son los intangibles de los creadores e innovadores que pueden contribuir a mejorar condiciones de vida visibles y medibles.
La ciudad tiene todas las características para poder pensar en esta idea:
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Concentra a creadores y talentos quizás como ninguna otra ciudad de Chile: artistas, arquitectos, diseñadores, programadores de videojuegos, músicos, etc. todos con sus respectivas redes;
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Posee gran parte del casco histórico de la ciudad declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO, que, aunque aún no exista todavía un modelo de gestión que permita darle el impulso que requiere, la condicionante sigue siendo la misma, conservar y legarlo para otras generaciones, y para ello, es esencial dinamizarlo social y económicamente;
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Desde el año pasado, la ciudad puerto acoge la nominación de ser declarada como la ciudad de la música por UNESCO al igual que su par en el sur de Chile, Frutillar.
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Valparaíso y Viña del mar, concentran un gran número de universidades y cada una con sus respectivas redes nacionales e internacionales.
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Los problemas urbanos, sociales, la basura, de transporte, la obsolescencia del modo de operación de industrias tradicionales como la portuaria, turística, y de comercio en general, necesitarán de la creación, de la innovación y de la tecnología para no morir.
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Es una de las ciudades donde los festivales culturales son ya una tendencia atrayendo gran cantidad de públicos a la ciudad.
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Hay constituidas cámaras regionales y locales de comercio, que pueden facilitar herramientas e instrumentos para impulsar y tecnificar este tipo de industria. Además, CORFO, PROCHILE, municipalidad y agrupaciones de la sociedad civil y fundaciones comparten visiones y programas que pueden tener intereses comunes y transversales para este tipo de apoyos a esta industria naranja.
¿Sigo?
Pero hay que creérsela, hay que apostar. ¿Y qué mejor momento para salir del modelo habitual de pensamiento?
El mundo cambió y la creación es un catalizador para subirse a la ola de ese cambio, lo que exige, además, la ética que lo envuelve: industrias no contaminantes, inclusivas, transversales, horizontales, y colaborativas.
Arte, ciencia, tecnología tantas disciplinas que no han estado al centro del desarrollo económico, ni en la planificación de nuestras ciudades, ni menos en la solución de problemas sociales y culturales.
Pero en la peor de las crisis mundiales que hasta hora nuestra generación ha visto, no olvidemos el papel que han jugado la cultura y la ciencia para mantenernos vivos. Es tiempo de activar este ecosistema naranjo y dejar que impacte también nuestra economía.