Por: Val Rudolphy | Fotografías de: Rodolfo Muñoz para Valparaíso Creativo.
Viene desde Punta Arenas, pero lleva varios años habitando la Región. Entre Valparaíso, Viña del Mar, Quilpué y hasta su actual Putaendo, Rodrigo Urzúa (El Cometa Ludo) hace ilustración y resistencia desde este rincón del Valle del Aconcagua.
Desde chico se vinculó al diseño gráfico a través de la autogestión. Y hoy busca dedicarse solo a su trabajo autoral. En una visita diaria que hicimos hacia esta zona, nos reunimos para conocer más de su quehacer, qué le apasiona y cómo es la vida del Valle.
-¿Qué es lo que más te gusta de Putaendo?
-Tiene una mística bien especial. Como que el tiempo se hubiera detenido, donde el trato es muy de palabra y buena onda. Hay una gran riqueza cultural y patrimonial, una tradición viva en el caso de los poetas populares, los bailes chinos, su gastronomía.
El entorno natural nos entrega una tranquilidad especial, lo que me ha servido para poder desenvolverme. Como una especie de cobijo entre las montañas, el valle. También me llama la atención la resistencia que tiene Putaendo, lo que se reconoce en otras partes.
– Es un tema importante y hay un gran movimiento en torno a eso…
La gente reconoce la amenaza que es la minera. Hay algo como identitario en las ganas de preservar este lugar. Su comercio local y tradiciones, y eso tiene que ver con cómo la gente quiere su territorio.
Hay mucha gente bella de la que uno puede aprender mucho. Es un lugar muy especial.
-Desde tu trabajo te relacionas mucho con el activismo medioambiental, vinculándote con la zona igual.
-Creo que estar en Putaendo me trajo de vuelta a esas prácticas. Comencé haciendo activismo de chico y creo que sí se puede hacer una fuerza colectiva potente los temas se vuelven importantes. Desde mi área creo que tengo que participar de alguna forma. Así que pretendo involucrarme todo lo que pueda desde el arte.
– ¿Cómo llegaste a tu oficio? ¿Cómo surge esa relación?
– Es una relación antigua, algo que no pude evitar, es lo único que puedo hacer. Siempre estuve ligado al arte, tuve la suerte de crecer en un ambiente rodeado de libros, de música, y nunca pude encajar bien en la estructura rígida del colegio. El dibujo fue parte de sentirme en un lugar seguro, como un refugio.
En mi adolescencia me vinculé al anarquismo y eso fue una buena escuela, porque no había medios, menos en Punta Arenas. Entonces a los 14 o 15 organizamos conversatorios, tocatas, fanzines y revistas. Era por las puras ganas, y me quedó esa enseñanza de que la autogestión es el único método con el que uno decía lo que quiere decir.
Eventualmente me relacioné al arte pero desde la música, o en círculos literarios, haciendo teatro. Luego empecé a hacer libros y a través de eso retomé el tema del dibujo. Comencé a hacer lo que me hacía feliz cuando yo era chico, y me di cuenta que lo que yo buscaba (transmitir un mensaje), daba una vuelta completa a través del signo.
Escribía poemas y esas eran palabras que no llegaban a nadie, y en algún momento encontré eso con el dibujo y extrañamente produce algo muy especial. El símbolo gráfico genera una identificación muy específica que hace que ese mensaje se amplíe y resuene. Es como que estuviera haciendo magia.
-¿Cómo es tu proceso de creación?
– Creo que el principal esfuerzo es encontrar una idea buena, pensando en las formas de llegar a la idea que quiero. Ideas que andan volando por ahí y uno las tiene que encontrar. Gran parte del proceso es pasarse el tiempo pensando o con gente o en el cotidiano, y cuando esa idea aparece, ese dibujo, lo imagino y las cosas se hacen solitas, solo debo sentarme a ver cómo es.
Al empezar me siento en un terreno firme, y no paro hasta que siento que está completo. Siento que estoy un poco al servicio de eso, solo sucede, como que el arte es una especie de traducción de ideas que ya están.
-¿En qué estás actualmente?
-En un momento en que me doy cuenta de que debo cambiar un poco mi estrategia si es que quiero vivir de esto. Ahora estoy mejorando mi página web para poder vender de esa manera. Quiero sacar una línea de productos y poder dedicarme a crear. Libros que me gustaría publicar, y más.
Siento que el camino que he recorrido me ha ido mostrando que es el correcto, y que debo seguir.
– ¿Qué creadores locales nos puedes recomendar?
– Un referente es Saúl Schkolnik, que él no es originario de acá pero vivió cerca a Rinconada, uno de los autores de literatura infantil más prolíficos de Sudamérica. Tuve la suerte de conocerlo unos meses antes de que muriera, a modo de aprendiz. Me dio la fuerza para dedicarme a volver a escribir, sobre todo pensando en la infancia que es un segmento que me interesa mucho. O Sara Olguín, mujer poderosa de aquí con quien también colaboramos.
Tengo un trabajo pendiente también con dos amigos del Valle, Pablo Delcielo y Günen, de quienes confío mucho en su talento. Con ellos planeamos hacer un libro.