Despierto sobresaltada por la intensidad de los ronroneos de mi gata apoyada en mi pecho. Miro la hora, “mierda”, pienso: ya es hora.

Es medianoche en Valparaíso y me encuentro en las escaleras del Club Segundo Piso, mientras comienza la presentación de Fran Straube con su proyecto musical Rubio. Una serie de gritos anuncian su presencia. Desde el salón empiezan a emerger las melodías que la representan. Un ambiente etéreo que nos invita a todos a flotar. Los pasos de los asistentes fumadores se empiezan a acelerar para adentrarse en la experiencia.

Segunda vez que veo a Rubio en vivo, recuerdo. La primera vez fue en el Parque Cultural de Valparaíso, tal vez por ahí el 2019, también cubriendo el evento. Esa vez pude entrevistarla por teléfono. Hablamos 10 minutos. Fue un bonito show.

Vuelvo al momento presente en medio del calor de los cuerpos de invierno, abrigados. Las palmas de los asistentes se juntan para acompañar la música, que envuelve el lugar. Energía, baile, sensualidad y melancolía son palabras que se me vienen a la mente para describir lo que Rubio genera y propone, ese es el mood.

¿Cómo debe sentirse estar constantemente en un escenario compartiendo tu creación? Me pregunto mientras termina la canción y Fran extiende sus brazos, entregada a la energía de la audiencia que acompaña con atención cada momento de la presentación, moviendo los cuerpos de lado a lado, entregándose a la energía que el arte entrega.

Los ramazzotis en copas plásticas se contonean al compás de la melodía. “Quiero cuidarte”, reza la canción, antes de entrar en un trance que aumenta la emoción. Hay algo en la voz de Rubio que invita al misterio tanto como que conforta, suaviza la intensidad del mensaje que entrega con su tono, sin dejar de hacer una entrega efectiva.

Me evoca sentires, sensaciones. La caricia de unos dedos pasando por mi espalda, un susurro Guardado que dulcemente se acerca a mi oreja. A primera oída me cuesta distinguir qué me está diciendo: si me invita a habitar la pena o el placer, pero aquí me tiene, también moviendo mi cuerpo.

Pausa. Los aplausos son interrumpidos por otra canción. el tema avanza y la noche en Valparaíso también, ¿cuánta gente habrá en la calle, hoy? ¿Cuántos están escuchando música ahora mismo en un bar, en sus casas?

Straube interpreta, siente, conforma una puesta en escena que incluye un acompañamiento visual que sumerge en la intensidad que promete, que intenciona. Las luces la envuelven mientras canta y grita en el escenario pequeño donde moviliza su cuerpo.

Su sonoridad elaborada logra sortear los desafíos que presenta el lugar. Me llama la atención cómo usa como arma lo vocal, más que cantando, emitiendo sonidos que parecen nacer de una conexión profunda con lo más primitivo del ser.

¿Qué preguntas llevaron a Fran Staube a experimentar? ¿A cantar? A conectar con esa íntima potencia, lo personal del ruido. Dicho en otras palabras: ¿en qué volá te vai?

Es inevitable cada vez que salgo consultarme lo que muchas veces no se pregunta on the record en una entrevista. Por ejemplo si cuesta mucho mover las fechas, vender las entradas, difundir los contenidos. Hay una brecha constante que sin duda afecta a la cultura, ya que no suele ser un objeto de deseo que forme parte del presupuesto mensual de cada individuo. Club Segundo Piso se ve lleno, pero, ¿lo está? O la pregunta que más desgana me da: ¿vale la pena presentarse afuera, agendar en Valparaíso? No es que sea un tabú que sin duda estos son desafíos, a la vez necesarios, para sacar adelante un proyecto musical y vivir de él.

Estas dudas no afectan en nada. Rubio sigue en el escenario dándolo todo, conectando con los presentes, quienes cada quien a su manera disfrutan del momento, cada quien pensando en vaya a saber uno qué cosa o cómo viven la música, pero aquí están.

Un abanico se agita en el aire denso mientras Straube baila. Pájaro triste suena ahora. El fin va acercándose al show, pero no se detienen los silbidos ni coreos del público. Tienen para rato: hay una fiesta post show. Yo me refugio en mi abrigo peludo negro aunque ya no hace frío, disimulo mis pocos pasos de baile, retazos de la energía de la semana que el viernes se arrastra por donde voy. Es bueno un concierto para terminar la semana.

Un grito de desesperado de motivación inunda el lugar. Rubio va a buscar algo: toma un ramillete de hierbas y lo empieza a quemar, como si todos fuéramos parte de una especie de ritual de purificación acompañado del bajo que suena esta noche.

La emoción de la gente sigue arriba cuando Rubio sale del escenario. Sabemos lo que se viene, todos quieren repetición. A mí me duele la rodilla por una caída que tuve y decido retirarme. Mientras me despido del calor del Club, las gargantas se unen pidiendo otra canción. La oración es recibida y Straube sale nuevamente a la acción. Siento cómo la música vuelve a inundar el lugar al ritmo que bajo las escaleras para volver a enfrentarme al frío. Afuera la noche está empezando, los vidrios del local retumban como cada fin de semana. Son las 1:47.