“Estas vacaciones, vení al teatro” rezan papelógrafos rodeados de luces que buscan llamar la atención de los niños y niñas que están de vacaciones de invierno aún. Es la última semana de julio y estoy en Buenos Aires, caminando por Av. Corrientes donde abundan los teatros. Shows para todos los gustos y edades. Mientras paseo como turista no dejo de asombrarme por las filas que algunos tienen para comprar entradas.
Hace poco vi la misma fila de personas en la librería del FCE Manuel Rojas de Paseo Yugoslavo, lo que me entusiasmó sobremanera: no siempre se logra ver filas en Valparaíso para la cultura. Usualmente son pocos los eventos que convocan de tal manera, menos en una librería, por lo que me pareció un extraño fenómeno, que en paralelo, en Buenos Aires se torna mucho más común que acá.
En el puerto que se encuentra al otro lado de la cordillera me sorprendió la cantidad de personas de todos las edades que atiborraban cada espacio cultural – de los muchos que hay en la ciudad -, ojos llenos de curiosidad que exploraban y comentaban cada obra. En especial el asombro creció con el no menor Centro Cultural Kirchner, un antiguo edificio que está totalmente remodelado y equipado, con salas de exposición, para talleres, anfiteatro para presentaciones y más. Llegué en medio de la feria de Literatura Infantil y Juvenil de Buenos Aires, que incluía los stands y muchos salones para sus actividades aledañas. Había tanta gente que era difícil caminar. Esto, en el último día de vacaciones de invierno.
Todo ese escenario me llevó a pensar en Valparaíso, nuestra ciudad puerto que contiene tanta cultura pero no la reconoce o no del todo. No estamos llenando los eventos, nos cuesta pagar la entrada de los conciertos o artes escénicas, no compramos la obra de las inauguraciones o lanzamientos a los que vamos, hay una falta de impulso que caracteriza a la audiencia porteña y de la Región, un territorio que tiene muchísimo potencial y una gran oferta artística, turística y creativa.
Caminar por las calles de Buenos Aires es como Valpo multiplicado por mil: arquitectura intacta que no deja de llamar la atención, música por doquier, bares y gastronomía de todo tipo en cada esquina. Pero trabajado, durante años, desde otra vereda. Ambas ciudades tienen más en común de lo que se cree, se trata de un fenómeno que en pocos lugares pasa, y que caracteriza a Valparaíso tanto como a Buenos Aires.
Hay un aire que me recuerda la una a la otra, este potencial del que hablo: una organización de nivel vecinal en adelante, desde lo micro a lo macro, que permite que fluya este mayor interés por las culturas y las artes, y un turismo beneficiado por el ser ciudad capital que permite una mayor sostenibilidad económica del mismo. Una sostenibilidad con la que Valparaíso aún sueña, pero por la que muchos y muchas ya están trabajando en colaboración para instalar.